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Cuando el deseo mengua
buenavidaDigital
Cuando somos adolescentes, eso que llamamos deseo es algo automático, una máquina que se alista sola para hacer lo que le corresponde a un instinto que no se cuestiona, como si se tratara de una religión del cuerpo en la que no medió ejercicio alguno de la voluntad.
Cuando vamos creciendo parece más una opción, una decisión, aunque hay un punto en que ese animal que es tan nosotros toma control.
Pero puede suceder también que se convierta en algo totalmente ajeno, algo que no parece que tiene que ver con nosotros. Y para muchos, cuando eso sucede, algo nos falta. Y esto puede ser grave para la pareja, una causal para el final de la existencia de esta.
La persona con deseo sexual bajo no siente interés por lo sexual, no busca la actividad sexual y no tiene fantasías sexuales. El placer cuando lo obtiene es fugaz.
El deseo sexual es un impulso, y factores físicos y psicológicos pueden perturbarlo. Entre las diversas causas que podemos encontrar para que ocurra esto está la depresión, el estrés, síntomas asociados a la menopausia u otras causas hormonales, ciertos fármacos, drogas y alcohol.
También puede haber otras causas más de origen psicológico, como algún motivo de enfado con la pareja, que puede ir desde pequeñas frustraciones hasta eventos más traumatizantes, como infidelidades. Pero nada más una simple irritación podría ser causa de una disminución en el deseo.
Y es que si nos sentimos heridos o menospreciados, el deseo sexual desaparece, tomado en muchas ocasiones su lugar el rencor.
Por otro lado, existen personas que se concentran en lo que falta, en lo que no funciona, en las carencias de la pareja, lo que, lógicamente apaga el deseo sexual.
Si la situación tratara con factores en que está involucrada la fisiología del cuerpo, es obviamente asunto del médico, por lo que un examen con tu doctor es altamente recomendable.
Las causas que tienen que ver con el estrés, como por ejemplo, las presiones laborales (un gran enemigo del sexo en el mundo) se pueden tratar con el psicólogo.
Ahora, esas asperezas que han sembrado espinas en tu lecho, no existe otra persona en el mundo para lidiar con ellas que tu pareja.
Para comenzar, debes sacar tiempo para pasarlo con esa persona, salir de la rutina, cambiar de contexto, eliminar el escenario donde se han hecho la guerra en lugar del amor. Hablar con la pareja, sincerarse, saber pedir perdón, hacer promesa, comenzar de nuevo...
También ayuda sesiones de intimidad en las que no haya pretensión de sexo. Sólo gozar de las sensaciones, el momento, de las caricias y el tacto, el olfato y los sabores. Te aseguramos que el amor se acordará dónde perdió el camino.
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