Tejido a la Buenavida

El tejido: mi pasatiempo favorito
Por Firilula


Recuerdo que cuando tenía como 10 años mami me enseñó a tejer. Aprendí a hacer cadenetas y “palitos” de diferentes tamaños. Me gustaba hacerlo, me entretenía y ahora que soy madre, supongo que la mía estaría feliz porque así me mantenía lejos de los peligros que acechan a cualquier niña de esa edad. 
 
Pero llegó la adolescencia, mis intereses cambiaron y me olvidé del hilo y la aguja. Aunque no era de estar en la calle, había descubierto otra pasión: leer. Así que entré estudiar, leer literatura y revistas de moda para aprender a vestirme bonita, maquillarme sin embarrarme y arreglarme el pelo, el tejido quedó definitivamente en el pasado. Y allí permaneció durante casi 30 años. ¡Wao! Eso parece mucho tiempo.

 
Hace poco más de un año una compañera de trabajo llegó vendiendo unas carteritas tejidas que había hecho para cuadrar su presupuesto. Eso me pareció cool y hasta le compré una. Meses después ella cambió de trabajo y se me ocurrió que podía hacer lo mismo: tejer para cuadrar mis finanzas.  Compré un ovillo de lana y una aguja. No solo me preguntaba qué haría; peor aún: cómo lo haría. Confiaba en que al tener la aguja en la mano, mágicamente empezaría a “bailar” –eventualmente así describió mi nieto el movimiento de la aguja. Sí, ya tengo un nieto. OMG.–. Y así pasó. Fue un momento curioso y hasta gracioso, ahora mientras escribo ese recuerdo me causa una sonrisa. Okey, la cadeneta, el punto básico para hacer crochet fluyó, pero había un mundo de detalles que recordar y necesitaba algo para tejer, un patrón, un modelo ¡algo! Empecé la búsqueda en internet no solo para refrescar los puntos, sino para recoger ideas. Estuve meses haciendo scrunchies; tejí un montón mientras practicaba los puntos, los volantes y aprendía a descifrar las instrucciones de los patrones. Finalmente un día me sentí lista para hacer una cartera monísima que había visto en internet. ¡Y me salió! Entonces, llegó el otro desafío: quería que mis carteras tuvieran forro, –con todo y bolsillo interno– deseaba ofrecer un producto de calidad. Así que tuve que buscar en la memoria lo que sabía de coser. 


Vengo de una familia de costureras. Mis abuelas cosían, mi mamá y mi tía también, quizás por eso la costura no me llamaba, pero de tanto observarlas y escucharlas analizando cómo hacer tal o cual pieza, tenía mis nociones. Así que mis carteras tienen forro, salvo las que vendo por volumen y les bajo el precio.  Mis compañeros veían mi progreso (tejía en mi hora de almuerzo) y comenzaron a retarme pidiéndome carteras con embelecos que me parecían imposibles, gracias a Dios que existe ebay. 

De ahí en adelante no he parado de tejer carteras, pulseras, accesorios para el pelo, collares. Y todavía me queda un mundo por aprender. Una día, una compañera de otro departamento me vio tejiendo y resultó que ella también lo hacía. Le di varias ideas y luego me contó no solo que hizo lo que le sugerí ¡sino que había cogido vuelo e hizo un chal que me encantó! Tan pronto terminé de hacer las carteras que tenía ordenadas, nos juntamos y me enseñó a hacer el chal. Estamos haciendo una buena amistad.






Lo interesante de todo esto es que empecé tejiendo por necesidad económica y resulta que tejer se ha convertido en una necesidad en sí misma. Me encanta tejer. Me distrae y hasta olvido por qué estoy tejiendo. Me desafía cada proyecto nuevo. Me emociona ver cómo el ovillo se va transformando en una hermosa cartera, como las que ves en las fotos, o en una pulsera de moda, o en un delicado chal. Te invito a que te unas, no te arrepentirás. Si quieres más información busca  Firilula en facebook o llama al (787) 612-2836.

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