25 libras menos y contando

Por: Yelitza Santiago

¿Quién inventó eso de que la gente está gorda porque quiere? Si así fuera las personas no intentarían cuanta dieta existe y comprarían todos los productos y equipos de ejercicios que salen al mercado. Perder estas 25 libras no ha sido fácil, ha requerido de cambios y ajustes en mi vida.

Tengo que decirles que la decisión de bajar de peso llegó porque me hastié de estar “gorda” y porque realmente no me sentía “yo” en el peso que me encontraba. Me cansé de que la gente me dijera –mientras me daban palmaditas en el hombro- “nena, tú parece que te lo comes todo”. ¡Sip, claro!, esa no es mi realidad.

El inicio:
El sobrepeso nunca había sido un “gran dilema” para mí y no es que tuviera figura de Barbie, sino que siempre que aumentaba un poco, podía regresar a mi peso al reforzar la actividad física y restringir algunos placeres de la gastronomía como lo son los postres. Antes, me levantaba: iba a la pista a caminar y “joguear” un poquito y luego en casa hacía algunos abdominales. El horario de entonces lo hacía más llevadero. Mi problema tampoco “es la boca”, pues padezco de colon irritable severo así que no como, o más bien, no puedo ni debo comer muchos alimentos.

Sin embargo, la crisis llegó en el 2006 cuando comencé a engordar sin control tras la aplicación de un anticonceptivo. En solo dos meses había aumentado 20 libras, a los siguientes dos ya eran 40 y en unos más, había aumentado 70 libras. ¡Horror! No bastaba hacer ejercicio ni restringir la dieta. No bajaba ni cinco libras.

Intentos:
Conforme pasó el tiempo eran menos y menos las piezas de ropa que me servían. Me sentía pesada, frustrada y para nada bonita ni sexy. Cuando llegó el momento de comprar el traje de novia ¡la talla fue 16!, cuando un año antes el que me había medido era 6. “¡Dios, que mal me va!”, pensé en ese momento así que una vez llegué de mi luna de miel, mi esposito me llevó a un bariatra, pues su apoyo siempre ha estado ahí.

La primera vez no me fue tan mal. Al cabo de la primera semana perdí cinco libras y así seguí hasta perder 23. Pero llegó el momento en que no bajaba ni una más. ¿Qué pasó? Tres meses después de haberme casado, esperaba mi primer hijo; ¡Ups!

Durante mi proceso de gestación aumenté 43 libras. ¡Mi esqueleto no podía con mi cuerpo!…Ese aumento se dio aun “portándome bien” y siguiendo las indicaciones del bariatra. A mi salida del hospital ya tenía 20 menos, ¡bien! Ahora era momento de bajar las otras 23 y todas la otras que ya tenía. Regresé a ejercitarme una vez los médicos me autorizaron. Bajé unas cuantas, pero nada que ver en mi peso saludable. Llegó la etapa del “sube y baja”, lo que hacía difícil rebajar.

Ok, un año y ocho meses más tarde -y aún con sobrepeso- quedo embarazada de mi segundo hijo. “!Oh, Dios!, si aumento lo mismo voy a rodar”, me dije. Pero Dios escuchó mis súplicas y se portó generoso; sólo aumenté 17. Rápido las bajé y así mismo las volví a aumentar. Otra vez, estaba en ese punto donde nada funcionaba, ¡Qué frustración!

Ya basta:
No, no y no. ¡Basta ya…! Comencé por pedirle a mi médico que me verificara la tiroides. Efectivamente, tengo algunos nódulos benignos y problemas con el funcionamiento de la misma. Eso que uno dice es que el metabolismo está vago; pues el mío esta en parking. Me medicaron y un buen día me dije: “mañana me levanto a hacer ejercicios porque me levanto”. Por falta de equipo no era, pues en casa tenemos los suficientes como para hacer un cuarto de gimnasio.

Lo comenté en mi trabajo y de inmediato recibí el apoyo de mis compañeros, al punto de “testearme” a las 5:30 a.m. Mi rutina no es fácil. Llevo un bebé a un cuido, un niño a escuelita y luego a mi trabajo; todo antes de las 8:30. Así las cosas la única hora disponible para ejercitarme es las 5:00 a.m. Sí, a esa hora cuando el sueño está lo más rico. No había otra opción, en la noche con el trajín de los niños termino “explotá”. Inicié tres días a la semana alternos, luego cuatro y después cinco. Comencé con uno de esos tantos equipos que comercializan y para no aburrirme, dos días a la semana lo alterno con una sesión en la bicicleta estacionaria y pesas.

Antes:

Los primeros resultados los noté en mi ánimo. No me molestaba hacer ejercicios y tenía más energía. Primero fueron diez, luego 16 y ya voy por 25 libras pérdidas. ¡Wow, por fin ya entro en ropa que no cabía! He bajado dos tallas. Mi hijo mayor a veces se despierta cuando aún no he terminado y me dice: “¿mamá, estás haciendo “esercicios”? y al verme dice: “muy bien mamá; muy bien”. Eso me emociona y él no tiene ni idea del impulso que representa.

Ya les conté que no me echo a perder con la alimentación, pero además sustituí mi desayuno por una batida de proteína y frutas. ¡Mejor!, ya no tengo que pensar en qué me puedo preparar. Generalmente almuerzo y ceno bien. De vez en cuando, “rompo la dieta”, para degustar algunas tentaciones culinarias. Me tomo unas pastillas para ayudar a acelerar mi metabolismo “en parking” y trato de tomar más agua.

Oye, no es que estoy en mi peso saludable, pero voy “por buen camino”. No hago ejercicios los cinco días todas las semanas, pero nunca menos de tres. Me faltarían como unas 50 para estar en mi peso y lucir de Show. ¡No importa!, ya son menos y he bajado tallas y lo seguiré. Más adelante les cuento si añado números a mi cifra. ¡Ujuuuu!

Después:

Foto: Leonardo C. Thillet La puerta

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